CULTIVAR UN ESTILO

El cultivo de la vid es, en esencia, un ejercicio de orden. Todo responde a una armonía particular, una coherencia interna. No hay espacio para el exceso ni la estridencia, todo tiene una razón de ser. La vid habla con voz propia. No admite imposiciones. Hay que dejarla hacer y expresarse. Esa es la verdadera tarea: escuchar con atención, trabajar desde el conocimiento profundo del lugar y desde la voluntad de no alterar nunca el diálogo natural entre el xarel·lo, el suelo arcillo-calcáreo y la mano de quien la trabaja.

ORDEN Y ARMONÍA

En el viñedo, todo tiene un sentido. Incluso la inacción. Una de las voluntades es que la vid repose después de la vendimia. No se actúa. No se les exige a las cepas nada más, solo que descansen. Se trabaja en vaso, porque son las propias cepas las que lo piden. Se poda con sumo esmero, el xarel·lo requiere atención y hay que saber escucharlo. Se interviene solo cuando es necesario, con métodos agrícolas sostenibles y tras decisions reflexionadas.

Todo engloba una manera concreta de hacer: la selección masal de madera sin criterios estéticos, el injerto con pies olvidados, la piedra que sostiene los brazos de una cepa de ochenta años, la vegetación espontánea que crece entre las hileras: todas las viñas se trabajan igual, porque no hay dos maneras de hacer.

Es en la imperfección donde se esconde la verdad del paisaje, la identidad de la uva, esa diferencia sutil que da alma al vino.

PASIÓN POR EL XAREL·LO

Hay descubrimientos que lo cambian todo. Tienen la fuerza de aquello que no necesita demostrar nada. Llegan en silencio. Como un latido que se amplifica en la memoria y, con el tiempo, se convierte en ritmo vital. Antes de comprender su magnitud, ya se intuye su fuerza.

Una claridad de espíritu, una belleza sin adornos, de raíz honesta y austera, que solo ve quien es capaz de dejar cuerpo y alma durante más de veinte años trabajando unas uvas que tienen el valor de decir solo la verdad.

La obsesión por el xarel·lo solo puede venir de una certeza profunda. Desde el primer momento, se vio en él una oportunidad para explorar la identidad del lugar. Su acidez, el grosor de su piel o la firmeza de su cuerpo y espíritu le permiten conversar con el paso del tiempo sin perder tensión. Son uvas que no se rinden, que no abandonan. Tienen memoria.

Después de dos décadas, sigue siendo el único lenguaje posible. Porque permite hablar de territorio, de profundidad y de persistencia, pero también de ética. De una coherencia indiscutible entre el lugar, la mano del viticultor y el tiempo. No hay distancia entre quien cultiva y quien vinifica. Porque no hay necesidad.

El xarel·lo es origen y destino. Es principio, pero también causa. Es con el xarel·lo —y solo con él— que en Enric Soler se ha construido un savoir faire propio, pero también una manera de mirar y de habitar el paisaje, una forma de ser y estar en este pequeño mundo en el corazón del Penedès.

El injerto da continuidad, es capaz de replicar los matices del paisaje en otro horizonte.

PATRIMONIO HISTÓRICO Y VEGETAL

El patrimonio material de un viñedo no siempre se encuentra en lo que se puede inventariar, a veces radica en la madera de las cepas, en la disposición de las vides, en la manera en que los pámpanos dialogan con la luz. Está en la piel de las manos que lo han trabajado, en la piedra seca que sostiene algún margen, en el trazo de los caminos que solo conocen quienes los recorren cada día.

En Enric Soler se trabaja un paisaje de cuatro hectáreas de viñedo que solo puede ser explicado a través del vino. Aquí nacen uvas que no buscan imitar nada, sino expresar con fidelidad lo que ven, el lugar donde echan raíces.

Conservar un paisaje, esta arquitectura vegetal que habla de otros tiempos, requiere determinación y una visión a largo plazo. Por eso, cuando alguna cepa sucumbe al paso de los años, se llena el vacío con material vegetal del mismo viñedo en un ejercicio de memoria que da continuidad, que mantiene intacta la identidad del lugar.

Aquí las piedras sirven de apoyo para brazos viejos que aún tienen mucho que decir y ofrecer

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