VITICULTOR ICONOCLASTA

Con el tiempo, la mirada se afina. Las reflexiones se profundizan, traspasan la evidencia y se abren camino hasta el núcleo de las cosas. El placer ya no reside en el simple hecho de observar. Hay que cavar hondo, explorar, destilar lo superfluo hasta que solo permanezca lo esencial, lo verdadero; y en este ejercicio de profundidad —de pura austeridad—, encontrar la verdad.

IDENTIDAD

Desde el año 2004, más de veinte vendimias a sus espaldas han ayudado a Enric Soler a desarrollar una profunda capacidad de reflexión. Un diálogo interno, un viaje reflexivo y sensitivo a través del vino.

Sommelier convertido en viticultor, hace dos décadas fue uno de los primeros de aquella generación de visionarios del Penedès que intuyó el potencial varietal del la uva xarel·lo. Y se obsesionó con ello. Su empeño lo llevó a elaborar vinos tranquilos de guarda en la región del Penedès. Solo vinos blancos. Para orientar ilusión y esfuerzos. Con la convicción de elaborar únicamente desde su propia mirada, lejos de tendencias y modas. Para sentirse cómodo. Para ser coherente con su manera de entender el vino pero, sobre todo, de disfrutarlo.

El xarel·lo es siempre causa y propósito. Antes de elaborarlo, había descubierto sus virtudes. Más tarde, solo pudo enamorarse de él. Y ahora, veinte años más tarde, ya no quiere oír hablar de nada más.

LA CASA-BODEGA

Refugio vital y artístico, que no solo trata de proteger, sino de nutrir y construir un lugar donde el impulso creativo encuentre el espacio y el tiempo. Un sitio para reencontrar la esencia, despojarla de todo artificio y habitarla plenamente. En este espacio, la creación deja de ser respuesta y se convierte en verdadera reflexión. Una autenticidad que solo puede nacer desde la quietud de quien se permite hacerse preguntas.

En el barrio de Sabanell hay unas doce casas. La masía Cal Raspallet, al fondo, es el lugar donde Enric y Mercè perviven a través del vino. Bodega y hogar se vuelven inseparables. La conexión con este paisaje particular les ha exigido tiempo para comprender su lenguaje. Un espacio de trabajo creado para escuchar y ser escuchado. Y, en medio del diálogo, su gusto por la calidez ha encontrado en este lugar la mejor manera de dar voz a la estética.

El hábitat del vino es una construcción entre las bioenergías naturales y el paisaje físico que ocupa. Para el vino, el lugar es, y será siempre, definitivo y definitorio.

El vino pasa más tiempo en la bodega que la uva en el viñedo, por eso se le da calma y reposo. Hay que saber esperarlo.

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